Aspecto económico, la inversión Economica extranjera
Aspecto económico, la inversión Economica extranjera.
El gobierno de porfirio diaz dejo grandes transformaciones economicas para el pais ya que fue quien implemento la agricultura mineria y lineas ferrocarrileras. Profundas transformaciones en la vida económica de México resultan del balance económico del período porfirista; el rasgo mas notable en la economía mexicana a lo largo tiempo que duró (1876-1911) fue la tendencia a crecer que la producción mostró en sus diferentes ramas -primaria, manufacturera y de servicios- tanto en términos absolutos como en la magnitud relativa.
Entrada ya la octava década del siglo xix la economía mexicana parecía reposar en estructuras económicas pasadas. Se sabe que las manufacturas en muy pocos casos rebasan los marcos y las dimensiones artesanales y la agricultura seguía siendo de subsistencia o se orientaba a abastecer los mercados.
Lo mismo se puede afirmar de la red interna de comunicación ya que dependía de bestias de carga y regularmente se circunscribía a ciudades que habían logrado generar cierta actividad comercial a su alrededor.
El gran salto económico logrado por el porfiriato se explica en la incidencia de dos variables conexas en la vida nacional.
Por una parte, tienen lugar una serie de importantes cambios políticos y, por la otra, la inversión extranjera alcanza características relevantes. Los últimos meses de la primera presidencia de porfirio Díaz y los cuatro años del período del general Manuel González, de febrero de 1880 hasta noviembre de 1884, marcan un reajuste en la vida política mexicana sobre inversiones extranjeras. Salvada la cuestión de amor propio nacional, los gobiernos de Díaz y González mueven los obstáculos dilatorios que se oponían o embarazaban las inversiones extranjera. Al estar en el camino a la inversión extranjera es la tarea prioritaria del gobierno encabezado por Díaz y aparece como la respuesta a una necesidad local que coincide coyunturalmente, con una amplia movilización de capitales extranjeros que con razón, es una de las más notorias preocupaciones del porfiriato.
A veces se tiene incluso la convicción de que suscitaron el crecimiento económico del período, lo que es una simplificación obsesiva. Los capitales pese a su importancia , no podían haber trascendido sin importantes cambios estructurales internos previos. Existe pues un proceso endógeno que toca aspectos económicos y políticos que, conjugados, allanan y preceden el arribo de capitales extranjeros. Durante el porfiriato, el poder Ejecutivo mayor espacio político, suceden importantes cambios legales en relación con la actividad minera. En primera instancia, por lo que se refiere al marco legal de la minería, el porfiriato marcará una tajante diferencia con sus antecesores. Pronto se sacudirá una legislación obsoleta que databa desde 1783, año en que se publicaron las ordenanzas de minería que chocaban con el proyecto liberal del estado encaminado a establecer las bases jurídicas y la infraestructura productiva que permitirían al país crecer hacia afuera en un período de estabilidad política.
El primer paso contundente se da en las postrimerías del gobierno de Manuel González. Al finalizar ese gobierno (1884) se expiden las leyes mineras, siendo con Porfirio Díaz, en 1887 y 1892, cuando de manera definitiva caen las barreras al capital extranjero en lo referente a minería. Aquí cabe señalar que los intentos por normar la actividad minera se remontan a 1877, al intentar el gobierno fijar criterios homogéneos en relación con la explotación de las minas. Otros antecedentes se localizan en 1883, cuando es constituida la Sociedad Mexicana de Minería. Asimismo el 6 de mayo de 1887 la Ley de Zona otorgó al Ejecutivo facultades para celebrar contratos, ampliando las concesiones otorgadas, eximió de todo impuesto de circulación a los materiales en pasta o acuñados y a otros productos de las minas en general.
Al cambiar, pues, el marco jurídico se dió entrada a una demanda del capital externo, consistente en asegurar concesiones más extensas y libre explotación de parte de los estados en donde se haría la inversión. En 1884 se iniciaron las modificaciones a una legislación que, en esencia, databa de la Colonia. Primero se permite a los mexicanos y después a los extranjeros adquirir propiedades ilimitadas y se les exime del pago de impuestos. Luego la ley de 6 de junio de 1892 significó un vuelco en el derecho de propiedad, pues la República Mexicana dejó de considerar suyas las minas al instaurar la propiedad a perpetuidad e irrevocable en las concesiones mineras.
Por otra parte, la política de centralización en la toma de decisiones, aparejada a cambios en la legalidad, significó, sin lugar a dudas, un paso adelante en la consolidación de un proyecto nacional que subordinó e integró proyectos locales y permitió modificaciones relevantes en relación con un nuevo sistema hacendario; el reconocimiento de la deuda pública que era una condición necesaria para obtener capitales y la toma de decisiones en relación con el sistema de transporte.
Los cambios en el sistema hacendario se dieron entre 1880 y 1896, destacan entre ellos la abolición de las alcabalas que, como se recordará, eran contrarias a la integración de los mercados locales a espacios económicos mayores, pues cada uno de ellos tendía a abastecerse por sí mismo. Las aduanas interiores, responsables del cobro de alcabala, constituían una densa red que aislaba a los mercados no menos eficazmente que la adversa topografía y las precarias comunicaciones. Además en el fondo esta reorganización al sistema de imposiciones restó poder económico a los estados, cuya administración pasó a ser dependiente del gobierno federal.
Otro punto importante es el de las relaciones diplomáticas entre México con Inglaterra, Francia y Alemania. Relaciones que estaban suspendidas ya sea por los resentimientos políticos resultantes de las invasiones o bien por el no reconocimiento, por parte de los gobiernos republicanos, de las deudas contraídas por el gobierno de facto. Situación que había congelado la cartera de préstamos del país. Sin embargo, a partir de 1880 se reestablecieron las relaciones con Francia. Con Gran Bretaña, entre tanto, existía una vieja deuda pendiente; pero el panorama mejoró desde 1884 y Manuel Dublán pudo negociar dos años después la deuda en condiciones favorables para México.
A partir de entonces se reestableció el crédito del gobierno mexicano, abriendo camino a la posibilidad de obtener nuevos prestamos destinados, para a impulsar la política de fomento.
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